A media noche

La vi caminar hacia el interior de la habitación, cerré la puerta y disfruté ese andar cadencioso, sus glúteos se movían pausados al dirigirse al balcón iluminado por luz de luna omnisciente. Mientras ella observaba la paradisiaca costa circundada por barandales tubulares y lámparas opacas, yo miraba el esplendor de la parte trasera de su figura. La deseaba desde aquel primer día en que la vi meses atrás.  Apagué las luces de la habitación y la alcancé en el balcón, la tomé de la mano y la encaminé al interior cruzando ese tragaluz de cortinas transparentes, una pared de cristal con puertas corredizas.  Afuera quedaban discretas sombras movidas al capricho del viento.

Mis dedos se aferraron a su cintura, apreté suave y firme, me escabullí bajo sus ropas y al mover la blusa sentí su piel estremecida, con atrevido deseo seguí hacia la falda de delgada tela, rocé su ropa interior y hurgué alrededor de ella. De sus caderas subí bajo sus hombros, recorrí sus pechos y me extasié con sus senos, la toqué despacio y continuo, dibujando garabatos inventados en ese momento, con similares caricias me deslicé por su abdomen, busqué sus manos y me entrelacé con sus dedos, volví a sus hombros y, fui y vine por su espalda y pecho tantas veces como me lo indicaron sus jadeos. Con besos sutiles anduve su espalda y con mordiscos discretos recorrí su cuello.

La moví hacia mi para que sintiera a través de mi pantalón lo que había provocado, me deslicé de lado a lado sobre esa parte creadora de fantasías, sujetando su cintura la acercaba a mi por instantes y la alejaba emulando el agua de la laguna que aparecía en pequeñas olas, su piel trepidaba y sus vellos se erizaban como relámpagos en augurio de tormenta; en mi intrépida labor escuchaba sutiles resuellos con el pudor y la timidez de la primera vez. Volví a tomarla de la mano y la acerqué a la cama. No necesitaba ver, mis manos identificaban cada parte de su cuerpo. Continué la tarea impuesta, retiré su blusa y su sostén mientras la besaba, olía a ternura y sensualidad que me embriagaba como un vino viejo, sabía a dicha, a erotismo suculento. Deshice los nudos del cordón de su falda, la dejé caer sobre sus pies y mis manos bajaron lo ultimo que quedaba para llegar al interior ansiado. Los primeros dedos de mi mano izquierda hurgaron sintiendo la humedad anhelada. Con mi mano derecha sostenía su cabellera, besaba sus pechos, mordisqueaba sus pezones, lengüeteaba y saboreaba su piel que tenía un perfume tenue que me excitaba.

La besé en la boca y nuestras lenguas se movieron en lid voluntariosa, cada beso suyo era desvarío en mis labios. En esa oscuridad de intrusa luz empobrecida, la recosté en la cama al tiempo que levantaba sus piernas; me dejó acomodar sus muslos expuestos a mis quehaceres, mi lengua siguió afanosa a lo largo de ellos hasta sus pies donde mordisqué sus dedos, uno a uno y continúe hacia las plantas de ellos, seguí con la misma intención por sus pantorrillas, hacia adelante y atrás de sus rodillas, volví por sus muslos, aspiré su entrepierna y fui hasta su ombligo donde mi lengua conocedora de esos recovecos, se movía insatisfecha, el olor recatado de su vulva inundaba mi olfato, mis manos sostenían su cadera para exponer la causa de mi extasiado gusto, volví mi andar y mis labios besaron la dicha buscada, su salinidad, su humedad y sus vellos eran deleite para mi boca, mi lengua invadía su interior, con astucia dibujaba un abecedario imaginado que la hacía jadear, su cuerpo se estremecía al vaivén de mi ocupación infatigable. La penetré con mi lengua y mis dedos una y otra vez, de reojo la vi aferrarse a las sábanas al tiempo que levantaba sus caderas y separaba sus piernas por si sola; era el momento, me incorporé y fui hacia ella , -Hazme lo que quieras, me dijo al acercarme; reacomodé su cuerpo y me acomodé en ella, nos miramos entre las sombras sabiendo lo que venía, tomé con mis manos su rostro y la besé; un gemido escapado del placer de sus entrañas lo dijo todo. Quise decirle un te amo inédito, pero me quede callado con miedo a que huyera ante espontánea y precoz declaración. Hay conquistas que son el logro de una vida.

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